11/2/09

Roures, aparatchik de Zapatero

Desde hace un tiempo, Jaume Roures se ha convertido en una estrella ascendente, hasta el punto de que los creadores de “opinión pública” se han interesado por él. Se han escrito ya varios artículos, unos favorables y otros menos, al tiempo que el mismo sujeto se crea una imagen seductora ante los consumidores de su mercancía mediática.

El “fenómeno empresarial” de Mediapro se vende como otro de esos maravillosos ejemplos de honradez, buena gestión y visión de futuro. Su estruendosa irrupción entre los mercaderes de los derechos televisivos de los espectáculos deportivos, especialmente del todopoderoso fútbol, le ha puesto en órbita. Vendiendo como meritorias maniobras empresariales su acaparamiento de este negocio. Y es que sabe perfectamente, de la importancia del fútbol y demás circos en la sociedad española, entre tantos millones de individuos que asistirán resignadamente al deterioro económico de su familia pero que no soportarían un domingo sin fútbol.

Pero el Roures sigue siendo un aparatchik, antaño de la LCR trotskista y ahora de la banda de ZP. Un agente zapateril incrustado en un sector estratégico para la política con un objetivo: crear un imperio mediático al servicio del proyecto del presidente del Gobierno. Y es que Zapatero tuvo muy claro desde el principio que quería volar libre y romper las ataduras con la banda de Polanco y Felipe. Cosas de las luchas intestinas de poder en la izquierda-realmente-existente.

En una reciente entrevista, el Roures se fabrica su pasado; como han hecho tanto y tantos. En la LCR siempre estuvo en el aparato del partido. Ya entonces, “Melan” (por su porte melancólico) o “Piececitos de Oro” (imagínense por qué), era un aparatchik encargado de canalizar el dinero procedente de la IV Internacional y de sablear a intelectuales proclives culpabilizándoles por su pecado original, por su “origen de clase”. Prosperó en la organización leninista hasta convertirse en el Vichinsky de la comisión de control, encargándose de las expulsiones.

Cuando se hundió el tinglado de la extrema izquierda tuvo que fabricarse una trayectoria aparente que le abriera las puertas de la nueva clase social fertilizada en los perterres de la progresía divina. Se creó un pasado heroico antifranquista como la mayoría de los de su cuerda. Pero su trayectoria real pasa por haber estado sólo una vez detenido y dormido en el talego no más de cuatro o cinco meses. Y como entonces supo aprender el manejo de cámaras y vídeos, pudo empotrarse en TV3, ese ente devorador de fabulosos presupuestos al servicio de una secta de vividores y propagandistas atrincherados en un discurso izquierdista antiespañol. Allí se hizo del clan, o de la secta, cuando conoció e intimó con el marido de nuestra infame ministra de Defensa, doña Carme Chacón.

Ahora vive momentos de esplendor. Los acólitos del divinismo “cultural” le han regado de premios Goya, le han puesto bajo los focos. Lo glosan como un modélico progresista que tanto hacen por ZP y su hoja de ruta. Él, que no es más que un cínico sin principios, un aparatchik del régimen-realmente-existente, deudor de favores y créditos del ICO que seguirá poniendo sus armas al servicio de la destrucción del pueblo español.

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