16/2/09

El régimen en acción

Jamás en la historia de España la izquierda ha sido tan poderosa. Cuando en 1982, el PSOE de González se aupó al gobierno de la nación tenía un proyecto político que Guerra sintetizó, campechanamente, proclamando que «a España no la iba a reconocer ni la madre que la parió». Se iniciaba la culminación de un nuevo régimen, desconocido hasta entonces en la historia española: la izquierda se aprestaba no sólo a gobernar sino a incrustarse de forma indisoluble y definitiva en la médula del Estado. Coronando el nuevo edificio institucional, el heredero de Franco a título de rey, Juan Carlos de Borbón.

En los años sucesivos se produjo la transmutación del régimen franquista al psocialista. A la hegemonía intelectual y moral que ya disfrutaba la izquierda, le añadieron un imperio mediático capaz de hacer llegar su propaganda hasta el último rincón (Prisa), crearon una nueva oligarquía socioeconómica resultado de la fusión entre supervivientes del anterior régimen y los nuevos ricos que surgieron al calor de las políticas económicas de Solchaga y Boyer. Y acometieron unas reformas institucionales que darían forma definitiva a su Estado: autonomías, educación, etc.

La España de ZP no es ninguna anomalía, como aseguran algunos. No es una traición al espíritu de la Transición, como afirman los tontos útiles del juancarlismo. Es el proyecto asentado tras veinticinco años que afronta nuevas fases, reafirmándose, avanzando a paso marcial. Es, además, un régimen consolidado que resistió sin problemas el paréntesis de Aznar. Fueron ocho años que la derecha desaprovechó, por su carácter acomplejado, para torcer el rumbo. Y cuando intentó reorientar la alineación la política exterior del régimen español, las fuerzas del mismo reaccionaron como lo hicieron en marzo de 2004. Todo un aviso para navegantes que no quisieron ver Quijotes honestos como Francisco Alcaraz, perseguido y vilipendiado actualmente por su osadía de rebeldía frente al régimen.

El régimen juancarlista es el heredero del franquista. Nuevas élites han sustituido a las anteriores en un proceso armonioso, muchas veces familiar. Dinastías y linajes han transmutado su apariciencia ideológica para seguir igual: los Polancos, Cebrianes, Chaves, Bonos, Bermejos, etc. Otros fieles del partido, adscritos a la nomenklatura o aparatchiks, que se han erigido en posmodernos caciques, dignos herederos del espíritu del conde de Romanones. La cacería reciente de Bermejo y Garzón nos retrotrae a los tiempos del Caudillo. Es la constatación estética de la herencia recibida: oligarcas que se pasan por el arco del triunfo las normas y reglamentos del “hecho cinegético”. Pero –más importantemente– oligarcas del régimen, confabulados en la destrucción del adversario al margen de las leyes fundamentales del régimen juancarlista.

Otras noticias nos hablan del avance de este régimen. Mientras que ni Aznar ni Acebes supieron purgar a los mandos de la policía que el 11-M acabarían por hundirles en el engaño y la mentira, Rubalcaba se ha reservado para sí el nombramiento de casi todos los mandos. Bien sabe él las ventajas del servilismo. Otras nos cuentan de las tensiones internas del régimen, pugnas de banderías por las porciones de la tarta, pataletas de una Prisa despecheda.

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