27/1/09

¿Por qué ha atacado Israel a Hamás?

¿Qué ha pretendido Israel arrasando a sangre y fuego la franja de Gaza? La razón oficial ha sido castigar militarmente a Hamás de tal forma que no pueda seguir lanzando cohetes sobre el sur de Israel. Probablemente lo haya conseguido temporalmente pero queda fuera de toda duda que en cuanto la organización integrista palestina se recupere de los estragos sufridos, volverán los Qassam a llover sobre Sderot y otras ciudades. Desde luego un éxito que no compensa el tremendo desgaste sufrido ante la opinión pública mundial. Porque las autoridades israelíes sabían desde el principio que con esta operación no iban a derrotar definitivamente a Hamás. En Tel-Aviv saben que mientras el conflicto se mantenga en los actuales niveles de intensidad, no es posible ese aniquilamiento militar. Fue su amarga lección tras la guerra contra Hezbolá en 2006.

Si esto es así, ¿por qué perder otra batalla mediática? Como ya hiciera Hezbolá, Hamás estaba más que preparada. La ruptura de la tregua utilizada para armarse y prepararse tenía una pretensión: provocar la represalia israelí. Una represalia que, inevitablemente, acarrearía muchas víctimas civiles y no precisamente porque, como dicen algunos intoxicadores, colocaran de forma premeditada a sus mujeres e hijos como escudos humanos. Sino porque un movimiento de resistencia que combate entre calles y casas, y que se esconde en túneles bajo tierra tal y como enseñaron los vietnamitas, no puede salir a campo abierto so pena de pretender el martirio más estéril. Ni con las extremas precauciones que el Tsahal haya podido tomar para reducir los daños colaterales entre los civiles se ha podido evitar que la factura del carnicero haya alcanzado cifras estomagantes.

¿Cuáles han sido las consecuencias en el lado palestino? Rotundamente, Hamás ha salido reforzada y Al-Fatah muy debilitada. Desde antes de la muerte de Arafat, Al-Fatah ha vinculado su propia supervivencia política a la consecución de un acuerdo con Israel. Se discute mucho, entre pro-palestinos y pro-israelíes, sobre qué bando es el responsable de que ese acuerdo no se haya firmado todavía. Pero la toma de posición de Mahmud Abbas en esta batalla lo ha dejado bien claro. Así lo ha percibido el pueblo palestino, para quien Hamás es ya casi la única fuerza efectiva de resistencia y Al-Fatah está a un paso de la traición y de la connivencia con el enemigo. La ANP es una mafia burocrática corrompida que se tambalea frágilmente amalgamada por lealtades tribales y de clanes, y por el reparto de la tarta presupuestaria. El tiempo corre a favor de Hamás, una organización no sólo dotada de una fe inquebrantable y de unos objetivos inmutables, sino ahormada por la disciplina, el orden, la eficacia, la obediencia y la jerarquización. No en vano es una rama de los Hermanos Musulmanes, una estructura conspirativa de larga historia que ha superado todos los intentos de aniquilación en Egipto, Jordania, Siria y otros lugares.

La estrategia de Hamás es atemporal y no sólo porque la percepción del discurrir del tiempo en la civilización musulmana sea diferente, sino porque es consciente de sus limitaciones en el actual escenario geoestratégico. Busca afianzar logros parciales mientras espera la coyuntura favorable. La toma del poder en Gaza así lo demostró. Mientras construye su propio estado palestino, aprende del modelo militar de Hezbolá. Y sus esperanzas para el futuro coinciden con los temores de Israel.

En el actual escenario geopolítico, el estado de Israel afronta varios peligros que si bien no son inmediatos sí son de una gravedad inusitada en un futuro no muy lejano. En primer lugar, la amenaza interna, la planteada por la comunidad árabe con nacionalidad israelí. Se trata de un colectivo no integrable en el estado hebreo. Su condición de ciudadanos de segunda jamás mejorará ya que chocaría con la esencia misma del estado sionista. En las dos últimas décadas, sus posiciones y reivindicaciones se han ido radicalizando, haciendo suyos los objetivos nacionales palestinos. Ya son 1,3 millones de individuos pero su elevada tasa de crecimiento les hará ser mayoritarios hacia 2050. A algunos les parecerá mucho tiempo pero qué son 40 años cuando israelíes y palestinos remontan su legitimidad cientos y miles de años. Aún sin convertirse en la comunidad mayoritaria, su crecimiento sólo puede significar una mayor amenaza potencial para la seguridad y supervivencia del estado hebreo.

En segundo lugar, la causa israelí pierde simpatías entre la opinión pública occidental. Se resiente de décadas de represión y ocupación militar, de su inequívoca identificación como el fuerte frente al débil tras las sucesivas victorias militares convencionales sobre sus vecinos árabes, y de la difuminación de la memoria del Holocausto.

En tercer lugar, Hezbolá en Líbano se ha confirmado como un irreductible enemigo que ha demostrado con las armas en la mano una infinita mayor eficiencia que egipcios, jordanos o sirios. Ha mostrado al mundo que el Tsahal no es invencible y ya ha reabastecido sus arsenales, en los que se encuentran misiles capaces de alcanzar Tel-Aviv o la instalación nuclear de Dimona.

En cuarto lugar, Irán avanza con su programa nuclear y en un periodo de tiempo no precisado, el régimen de los ayatolás dispondrá de la capacidad de fabricar armas nucleares. A diferencia de Egipto y Jordania que firmaron acuerdos de paz con Israel en 1979 y 1994 respectivamente, Irán permanece como el principal enemigo de la región.

Así las cosas, y según Benny Morris, catedrático de historia en la universidad de Tel-Aviv, entre la población israelí se extiende la sensación de que el mundo y la historia se les viene encima. La misma sensación que les embargó en 1967, poco antes de la Guerra de los Seis Días cuando todo el mundo árabe se aprestaba sobre su yugular.

Con todo esto en perspectiva se pueden entender mejor las razones verdaderas que han movido al gobierno israelí y que son fáciles de resumir: busca tensar la cuerda, radicalizar a sus enemigos, sembrar vientos que desaten las necesarias tempestades en el momento oportuno. Porque el objetivo último del estado de Israel, su razón de ser, es la culminación del ideal sionista: un estado exclusivamente judío en toda la Tierra Prometida limpio de palestinos y árabes. Por eso Israel no ha dejado nunca de colonizar Cisjordania y otros “territorios ocupados”. Por eso nunca ha cedido en su control de los recursos de agua dulce de la región. Por eso ha recurrido en diferentes momentos de su historia, de manera selectiva y no generalizada, a acciones terroristas que buscaban la eliminación o expulsión de los no judíos. Por eso nunca ha estado dispuesto a permitir un estado palestino digno de tal nombre ofreciendo una y otra vez meros bantustanes o guetos como el actual de Gaza. Por eso patrocinó activamente a Hamás frente a la OLP en los años 70 y 80, porque asumía que tener en frente a un enemigo fanatizado por la fe en lugar de una opción laica era la garantía de que no habría paz hasta el desenlace definitivo.

El estado de Israel persigue una conflagración final, aniquiladora de todos sus enemigos, de la que saldrá victorioso. Así se lo prometió Jehová. Una victoria tan absoluta que sea digna de la fiesta del Purim hasta la eternidad en todo el Gran Israel, desde el Nilo hasta el Éufrates. Busca que Hamás recrudezca su guerra, que Irán se aproxime de forma irremediable a la obtención de misiles balísticos con cabezas nucleares, que Hezbolá se involucre en la destrucción de la entidad sionista para poder implorar a Jehová su intermediación divina e implacable y legitimar ante el mundo su Behemot desatado.

1 comentario:

Anónimo dijo...

La aliniación de Barack Obama con el sionismo en:

http://www.voltairenet.org/article158837.html

Por James Petras.