12/12/08

La primera revuelta

A la hora de cuantificar la crisis en curso se suele comparar con la que siguió al famoso crac del 29. Se dice que va a ser parecida o peor. Pero lo que raramente se cuenta es hasta qué punto aquella crisis trastocó los cimientos del mundo occidental. Las comparaciones se ciñen a los aspectos económicos y dejan de lado las consecuencias sociales y políticas, sobre todo políticas, que aquella tuvieron.

En primer lugar, a los progres identificados con el "optimismo antropológico" les cuesta entender que la depresión está a la vuelta de la esquina. Cómo es posible, se preguntan, si tan bien se ha vivido hasta ahorita mismo... si éramos tan prósperos la crisis no podrá ser tan infame, argumentan. Bueno, la verdad es que mucho de aquella riqueza era ficticia, inexistente, una burbuja, opio para la masa. Y nadie les advierte de que el crac del 29 sobrevinó tras una década tan brillante como la que han vivido, aquellos fueron los locos y felices años 20, los del charleston y el desmadre entre las clases más pudientes y el bienestar y progreso de las clases medias.

En segundo lugar, nadie habla de las repercusiones sociales y políticas. De los millones de pobres, deheredados, desposeídos, parados y hambrientos que abonaron el solar de Occidente. Del ascenso de los radicalismos políticos y de la paulatina muerte del liberalismo decimonónico. De cómo los europeos, casi unánimemente, dieron sus votos primero y sus corazones después a totalitaristas de derechas e izquierdas. Nadie advierte, finalmente, que la década de la gran depresión finalizó con la mayor conflagración mundial conocida hasta la fecha. Si comparamos y equiparamos, seamos conscientes de qué ocurrió para prever lo que puede ocurrir.

En Grecia han asistido a una semana de graves disturbios, iniciados por jóvenes "desairados" y excusados por la muerte de un joven anarquista a manos de la policía (perteneciente, por cierto, a la clase acomodada: su padre arquitecto, su familia prestigiosa joyera y él mismo educado en los mejores colegios). Si esto fue utilizado por "activistas antisistema" para la algarada su continuidad durante tantos días ha dado a más de una reflexión sobre las razones. Y éstas no parecen muy distintas de las que se puedan encontrar en cualquier otro país de Occidente. Una casta política endogámica acaudillada por apellidos históricos como Venizelos, Karamanlís o Papandreu (el 20% de los parlamentarios griegos de las últimas décadas son parientes) e inmersa en la corrupción (seis de los ministros actuales están siendo investigados por la fiscalía) o una juventud con una tasa de paro del 25% (sólo dos de cada 100 obtienen una licenciatura).

Cuando la buena vida se acaba, sobreviene el enfado, la frustración por lo que se tuvo y se va perdiendo. Se acuerdan de su negro futuro y perciben que la red familiar solidaria se resquebraja. Y los demagogos entran en escena.

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